martes, 31 de enero de 2012

CARLOS VILLARRUBIA por JOAQUÍN LLEDÓ



JOAQUÍN LLEDÓ, erudito, cineasta, escritor de amplísimos registros, colaborador en mis conferencias y encuentros creativos en especial en Madrid y, ante todo amigo, me dedicó este -para mi- emocionante retrato en el número 56 de la revista ÁLBUM LETRAS ARTES. El texto viene acompañado por el vídeoreportaje que CHRISTIAN GÓMEZ y su equipo me dedicó en CANAL LATINO TV


CARLOS VILLARRUBIA

por JOAQUÍN LLEDÓ


Sus ojos de estar tan abiertos a la belleza del mundo, parecen estar vueltos, parecen estar mirando hacia adentro, hacia el corazón de las cosas. Observando sus pupilas se hace evidente que el ensueño le desvela y le obliga a la vigilia, imponiéndole la dulce, aunque a veces difícil tarea de tejer esos sueños que nos ayudan a salir de nuestro habitual sopor y que nos revelan la auténtica y hermosa realidad que se esconde bajo el miedo, la monotonía y la vulgaridad.

La obra de Carlos es inmensa, pues ha vivido cada instante de su vida en un continuo culto a la sensibilidad y a la belleza. Y aunque esta obra es real, pues es mucho lo que ha escrito y publicado, es también obra intangible, transparente, rocío depositado sobre el jardín de la vida que aquellos que no conocen los misterios del arte real podrían confundir con la humedad natural. Carlos ha dado a la voz de otros artistas letra, ha dado a la imagen de algunos gravedad y razones... y a las meditaciones y proyectos de otros ligereza, alas que les permitieron volar,

Empeñado en reducir la congoja, en adelgazar la tristeza, Carlos se complace en trazar una red de vínculos que posibilita y facilita el florecimiento de lo maravilloso, modelando con la torpe arcilla de nuestra realidad cotidiana la figura casi divina del más exquisito de los amores, aquel que llamamos amistad.

Esté donde esté, Carlos está siempre en el umbral de un mundo nuevo en el que él nos invita a penetrar... Su sola presencia nos incita a tender la mano, mas no para pedir o para dar, sino simplemente, como él mismo nos insinúa, para poder acariciar el misterio, el fundamento de toda creación artística. Un misterio que no es, ni puede ser otra cosa, que reflejo de una vida que no conoce límites y que, desmesurada, busca tenazmente la utopía, la isla del ensueño, aunque lo hace sin olvidar nunca que su raíz se halla en el amor, en la amistad.

Carlos nos hace ser conscientes de que, siendo uno, somos muchos. Y con ello nos confirma una vez más que debemos emprender el viaje que nos lleve a la realización de nuestros sueños. No sólo es posible, sino que es nuestra ineludible obligación. Haremos, porque así lo quiere Carlos, vencer a la belleza.


JOAQUÍN LLEDÓ

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