Nos miran las ventanas de PARIS, nos observan desde el interior de cualquier casa de la BRUSELAS en blanco y negro. JACQUES BREL, el mirón observado, el espectador en el escaparate... ciudadano vigilado por sus amantes, por sus ciudades y por sus amantes ciudades. Qué extraña forma de memoria es la canción. Si te descuidas, el estribillo te conduce al recuerdo de un encuentro amoroso, al sabor a nostalgia de las calles de la infancia o al estremecimiento de la duda en los ojos de LOUISE. Con BREL, PARIS-BRUSELAS-BRUJAS-AMSTERDAM-el MAR DEL NORTE son ventanas para sufrir y disfrutar la vida. Primero con dudas, luego con perplejidad y al final con el cansancio que produce la alegría de lo tanto tiempo esperado. JACQUES-el padre JACQUES- de las bromas adolescentes, dispone sobre el papel pasiones y elementos de la naturaleza para que conversen animadamente con la lluvia y el viento. Así, las ciudades no son cuadros inanimados donde sobrevivir...los objetos tienen carga emocional porque la vida no es rutina...Sí, la vida es alta tensión, cruce de deseos en TAHITI, BRUSELAS, PARIS o en la frivolidad de la muchacha que despierta al juego del amor... Deseo, uno-dos-tres... mujer-sexo-vida, crecimiento o disolución en la búsqueda. La realidad de llamar a un gato GATO y la licencia de ver bailar a un omnibus en la PLAZA DE BROUCKÈRE. Es el tiempo travieso de la canción, los riesgos de la paciencia del que sabe desenredar las combinaciones de ciudad-pareja-solitario-niño-anciano-mar-tristeza-ternura-sentido del humor...Nos miran, nos siguen, nos persiguen las ventanas. Una sombra inquietante vigila nuestros pasos. Tal vez la mirada del inquisidor o acaso el deseo insatisfecho de solitarios mirones. En cualquier caso, no hay vigilancia posible para el río de la vida. La ciudad de BREL es la ciudad de la ternura... y cuando las ventanas se cierran es preferible pensar que los amantes necesitan la ayuda de la oscuridad. CARLOS VILLARRUBIA
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