sábado, 2 de octubre de 2010

Taormina, delicia del nómada

Taormina, delicia del nómada

La diosa felicidad no se resiste al encuentro con TAORMINA. El mar de color de vino tiende sus olas tranquilas ante una cascada de siglos que baja escalinata a escalinata desde las alturas. Queda la música de fondo, el sonido ceremonial de la Sicilia íntima, contrapunto costumbrista a un recinto cosmopolita que convierte en arte la dulce pereza del amor. La casa de las delicias. Estamos bajo la mirada delatora del ETNA, volcán de volcanes, atalaya nevada sobre la isla que creó el escenario para el idioma de los celos. A nadie extraña que TAORMINA sea andén indispensable en la estación de los amores. Sosiego para el atropello de los seguidores de Truman Capote, hamaca verde para la soledad festiva de quienes vibran con la música de Bellini. En el tobogán natural del Monte Tauro, el lugar busca el abrazo salado del cabo de S. Andrea. Clima sin sobresaltos para el tiempo intermedio de la meditación y la respiración rítmica de un vivir a dos. Aquí no reina la locura del invierno; se amansa en el zaguán de un otoño tranquilo para los hijos del vértigo.
Ensueño de la antigua TRINACRIA, la costa se viste de insólita belleza para abrir el hueco natural de TAORMINA. Claro de luna en el cuaderno de los firmes en la ruta del hechizo... Las flores lo invaden todo; destacan juguetonas desde las celosías... Las sombras nunca oscurecen la estela de la belleza. En el lugar de las delicias hay una habitación con vistas a un horizonte de espuma y sal sin límites para el arte de vivir.

Este texto formará parte del libro de viajes de Carlos Villarrubia "Los viajes del deseo"

Carlos Villarrubia

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